poemas julio 2021 ... 500 poemas

Voz de viento entre ramas
que arrastra jirones del día
dejándolos prendidos en los encajes del bosque

@Alfredo Vilchez





JUEVES CREATIVO número 500. 

Quinientos poemas abrazados a las imágenes en una alternancia de palabra y luz.. Quince años dejando salir la intimidad de un pensamiento como una necesidad, y como un regalo para quien lo pudiera apreciar.

¡Quince años, digo! Y me inunda la satisfacción de haber podido hacerlo, a la vez que la nostalgia por un tiempo pasado que no volverá…¡como todos los tiempos!

Jueves a jueves he ido desgranando mi realidad, que casi siempre se ha ajustado a tres ejes fundamentales:

En primer lugar, la admiración por la naturaleza, en lo grandioso de un paisaje y en lo simple de una gota de agua rodando por una pequeña flor.

En segundo lugar, la expresión de mi forma de ver la vida, traducida en sensaciones, ilusiones, temores y sentimientos, puertas del alma que se abrían a la libertad sin considerar la posible sombra adversa de la opinión ajena.

Y en tercer lugar, el interés por buscar el profundo sentido de cada palabra para que el verso fuese siempre una voz clara y llena que hiciera comprensible una idea.

Los números redondos, quinientos, y los periodos con una cierta entidad, quince años, generan casi siempre reflexiones, pero en este caso, basta para ello con reproducir el texto del Jueves número 70, en el que, en julio de 2007, unida la palabra a la silueta oscura de un amanecer extraordinario en Sierra Nevada,

decía:

“¿Por qué regalar versos e imagen, me preguntan?

Porque merece la pena abrir alguna mañana con una sonrisa.

Porque es una forma de soñar, y puede ser un sueño compartido.

Porque es mejor una esperanza que cien indiferencias.

Porque los días se acaban, y no hay tiempo para perder gozo alguno, si puede tenerse.

Porque con ellos me gusta pensar que abrazo a los que quiero, saludo a los que conozco y respeto a los que prefieren no leerlos.

Porque, en definitiva, me siento satisfecho, y esa es una de las razones que ayudan a vivir.”

Hace tiempo, mucho tiempo, allá por los años del antiguo régimen, cuando comencé a juntar palabras para formar algo distinto a textos de estudio o de oposiciones, me preocupaba cómo dar cauce a lo que me hervía en el cerebro y en el corazón.

Para ello busqué e intenté imitar los modelos de los grandes maestros, seguí los consejos de asesores desinteresados, y me desesperé porque los resultados me dejaban frío e indiferente, consiguiendo tan sólo convencerme de mi inutilidad para escribir.

Afortunadamente, muchos años después, dejé de lado consejos, modas literarias, antiguas estructuras de verso y prosa y nuevas anarquías sin ritmo ni contenido, atreviéndome a poner sobre un papel lo que pensaba, lo que sentía, tal como lo pensaba y tal como lo sentía.

Luego lo leí, vi que era lo que siempre había buscado, y ya continué escribiendo para alegrarme, escribiendo para llorar, escribiendo para soñar, escribiendo para amar y escribiendo para luchar, sin necesidad para ello de asistir a taller o escuela literaria alguna.

Siempre he admirado a los que son capaces de escribir en cualquier lugar y sobre cualquier tema, porque en el proceso de mi escritura entra primero, inesperada, impetuosa y exigente, una idea, y alrededor de ella se van agrupando los vocablos, ajustándose a sus pliegues y dándole volumen, aunque siempre dejando ver la forma inicial.

El proceso de creación se centra entonces en elegir palabras anchas o estrechas, profundas o alegres, densas o livianas, para que la lectura sea fiel reflejo del pensamiento en su expresión con la máxima intensidad.

Una vez terminado el relato o el poema, queda olvidado hasta que el azar me hace volver sobre sus líneas. Si en ese momento considero que no debo cambiar nada, me siento satisfecho.

En palabras del escritor argentino Ricardo Güiraldes, muchas veces “las ideas me bullen en la cabeza como un avispero demasiado grande para el nido en que buscan acomodarse”, y, cuando se trata de los Jueves, al avispero de las palabras se une el de las imágenes, que unas veces son refuerzo y otras origen de la expresión.

A ese respecto, he de reconocer que ni en la concepción, ni en la reflexión ni en la escritura pienso jamás en los posibles lectores. Escribo por el placer de construir, de crear, de definir. Escribo como una forma de dibujar en el espacio, de apartar jirones de niebla, de enfocar nítidamente esas cosas de la vida, grandes y pequeñas, que van forjando día a día nuestro ser.

Si, además, alguien siente lo mismo al leer mis palabras, añado una nueva alegría por el bien que puedan haber causado, pero la adición sólo supone una mayor perfección, nunca una meta.

Quede aquí este especie de testamento poético … por lo que pudiera pasar.









Cuando la pesadumbre por una sociedad vaciada
que camina inconsciente hacia el abismo
va cerrando en negro de tormenta 
el horizonte de un sueño,
se pierde el sendero interior
que otrora llevaba a las palabras,
y sólo queda un amargo desconcierto
que hace inútil el esfuerzo y la intención.

Quizá sea el momento de volar más alto,
de buscar el vértigo de lo inconcreto,
de dar tiempo al tiempo y al proceso,
para comprobar si el fondo está agotado
o sólo hay que salvar la encrucijada.

En la espera de alcanzar una certeza
quede aquí este posible último verso.

@Alfredo Vilchez



No hay comentarios:

Publicar un comentario